Declaración
amorosa.
Amable
señorita:
Después de contemplar su rostro, en el que tan
bellamente se refleja su alma, no pudiéndome dominar por la amorosa impresión
recibida, que me tiene gratamente inquieto pensando en usted, he decidido comunicárselo leal y francamente,
rogándole me dispense si me atrevo a hacer tal cosa y a poner los ojos en
usted. La culpa la tienen los ojos suyos, que me atrajeron con fuerza irresistible
y que no se borran de mi imaginación.
No vaya usted a burlarse de
esta declaración sincera y noble que he meditado mucho. Cuando un hombre habla
así es porque ha llegado su hora de sentir y amar, y el amor merece toda
nuestra consideración, porque es un sentimiento generoso.
Espero que usted sea también
generosa y comprensiva y que sepa disculpar esta audacia al escribirle para
llevar a su espíritu, la buena nueva de un afecto que sus gracias físicas y
morales me inspiraron.
Es así que estas letras,
respetuosas y tímidas, van a sus bella manos con todo el sentimiento de un
caballero que la respeta, la admira y la comprende y que no quisiera perturbar
su paz, sino más bien contribuir a su merecida felicidad, adorándola
serenamente como se adora a la mujer.
Su humilde servidor, muy
atento y devotamente, su rendido admirador que sueña con amarla intensamente y
sin dudas…
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